La llegada, por la mañana, a clase era el reflejo de lo que sería el examen. Las caras de los "físicos" lo decía todo, se podía ver el miedo en sus inocentes ojos, temblaban ante ese terrible examen que se les venía encima. Iban pasando los minutos y los satélites y planos inclinados acechaban poco a poco, y acabarían llegando a tercera hora.
¿Daría tiempo en una hora en hacer esos interminables ejercicios? Menos mal que cogimos el recreo para acabarlo, pensamos en un principio.
La temida tercera hora acabó llegando y con los exámenes repartidos empezamos a hacer aquellos apartados que nos harían los mejores o lo peores en menos de una semana.
Y mientras pasaba el tiempo en aquella silenciosa clase, recordé que ¡¡menos mal que daba tiempo de terminarlo en una hora y media!!! MENTIRA!!!
La hora y media estaba llegando a su fin y mi examen y supongo que el de la mayoría de mis compañeros, dudo que llegara al aprobado y comencé a hacer los ejercicios que me quedaban con prisas y lo loco.
Nos vimos obligados a entregar los exámenes tal y como estaban, tantas horas de estudios y trabajo, ya sea individualmente o en clases particulares (dinero malgastado para algunos) estaban en aquellos cuatro folios reciclados que tenía ya en su poder el profesor de física.
Tras esto solo quedaba tiempo para lamentaciones, comparación de resultados o para pensar en la bendita recuperación.
Pero la suerte ya está echada y cada uno tendrá la nota que se merece. Hasta el siguiente examen de la interesante y espectacular asignatura de física.
Tititritero.
